Sábado, 10 de Septiembre, 2022
Entonces estaba allí. Sentado tomando una cerveza. Solo. Cansado por la larga caminata, y faltaba un tramo más para llegar al castillo Montjuïc.
El calor era insoportable, serán al menos treinta y dos grados centígrados, pero las continuas veces que las nubes ocultaban al sol, el viento soplaba y tomaba un sorbo de la cerveza Moritz, helada; hacía que olvidara por momentos el sofocante clima, el tórrido aunque plácido ambiente.
La música era perfecta. Clásicos del Jazz, del Blues y del Rock. Todo era una combinación perfecta.
Y entonecs sentí paz. Paz en Barcelona.
¿Qué me hizo venir aquí? A lo mejor, una inspiración funesta y atrevida, ir andando solo en un lugar desconocido. ¿En qué estaba pensando? No lo hacía, en realidad. ¿Qué escribo? Simplemente lo que este refinado bolígrafo japonés me dicta, me está hablando y yo obedezco.
¿Será Cartas a un joven novelista de Vargas Llosa, la real inspiración? No lo sé. ¿Y cuando surge efecto? Ni idea.
¿Me querré quedar aquí? No lo sé, pero lo que sí sé, es que quiero que este momento dure mucho tiempo, un par de años, quizá. Que el tiempo me deje ver el paisaje, una pintura perfecta, y el Sol, el cual brilla y sobra.