Conocí una arquitecta. Ella diseña casas, departamentos, edificios, oficinas y locales comerciales. Es muy hábil en su profesión. La arquitecta ha podido poner de pie proyectos que estaban dañados, diseños mal hechos y casas que estaban por ser demolidas. Tiene una vocación sensible a las apariencias estéticas, medidas exactas, no critica tu casa, te ayuda a que se vea más bonita, sabe cómo acomodar el fango que dejó algún o alguna otra colega de tal manera que tu lugar parezca haber sido pensado milimétricamente: desde los tamaños, las formas, los colores y las posiciones.
La arquitecta también domina el arte del diseño de interiores. Ella es capaz de ver el interior de tu proyecto y así, incluirle vegetación, colores, vida. Una vez visitó mi proyecto, casi husmeando encontró sin querer muchas deficiencias, muchas cosas por mejorar, y poco a poco fue planteando formas de mejorar la estética del interior. Una planta por aquí, mover esto por allá, dejar esto por acá. Mi proyecto quedó bonito, no es perfecto, no es un nido de amor, pero es apacible, duradero, complaciente por ratos, equilibrado en otros, y con clara visión de lo que puede ser mejorado todavía. Ella ha ayudado mucho a que luzca mejor.
Lo mejor es que no solo sabe diseñar arquitecturas e interiores, también es de diseñar historias, de tejerlas finamente como utilizando seda, conoce como cambiar el rumbo sino inventarselos de tal manera que encajan perfecto en una imagen que ella quiere dar a sus clientes. Y es que, tiene que dar una imagen. Una buena imagen. La mejor. Frente al público ella no tiene errores, los errores son de sus obreros, de sus proveedores, de sus practicantes. Los proyectos de los que se encarga son perfectos por fuera, y basta con entrar para advertir que los materiales utilizados no fueron los mejores, los planos son carentes de cotas y medidas, una casa que realmente podría caerse a pedazos. Lo premisible, es que es uno, dueño del proyecto, quien tambien lo advierte y, uno también gozado de su ignorancia en la profesión, es fiel creyente que todo está en su punto.
Ella abarca. No sobresale solo con tus proyectos, ella va por más. Va en camino de sobresalir en todos los proyectos que conozcas, de tus amigos, de tus colegas, de las personas que trabajan contigo, de todo, todos y todas. Sin embargo, no es de su agrado que existas en proyectos de otros lados donde ella tenga el protagonismo. Tú no puedes aparecer ahí. Se da a rigor ciertas excepciones; cerradas, casi minúsculas y perfectamente escogidas por ella. Es celosa con la forma en cómo tú podrías intentar saber más sobre otros diseños que esté realizando, otras obras que esté supervisando y otras cotizaciones que vaya creando.
No hay manera en que, luego de terminar de diseñar e implementar tu casa, ella visitará a tus vecinos, a tus amigos y colegas que personalmente encargose de contactar, para así conseguir más protagonismo. La arquitecta es una campeona. Sabe cómo dirigirse y como diseñar no solo arquitecturas, sino universos. Universos enteros hasta sus confines, con todos elementos que pueden existir en él: estrellas, planetas, meteoros, galaxis, púlsares, supernovas y agujeros negros.
Cuándo la arquitecta y yo hemos tenido alguna diferencia, hemos podido sobrellevarla con sabiduría. Ella reconoce cuando a sus planos les faltan cotas, y yo reconozco que no mencioné ciertos detalles estéticos que quería desde el inicio. El problema es que cuando va a ofrecer sus servicios a mis conocidos, menciona que sí ha tenido problemas con clientes en momentos anteriores: como por ejemplo Flavio. Es un indeciso, no sabe lo que quiere, está loco, es un mal cliente, no volvería a trabajar con él. Y luego regresa para preguntar si todo quedó bien, si deseo que me diseñe alguna otra pieza de mi departamento, algún mueble, algun cuarto. Es una profesional de las historias bien contadas, bien diseñadas, de los universos construidos milimétricamente, en donde ella entra y deshace el contexto real desde donde los creó.
El contexto real casi no existe. Solo hay los universos que ella diseña, las casas que ella construye, los monumentos que ayuda a esculpir. La arquitecta es muy simpática, cae bien. En la primera reunión ya quieres que diseñe tu casa, tu edificio, tu ciudad y hasta tu país. Así como está diseñando China, está diseñando Estados Unidos. Así como está diseñando el Barça, está diseñando el Real Madrid. Así como está diseñando el negro, está diseñaod el blanco. Y es que es muy versátil. Tiene la capacidad de hacer bien todos los diseños posibles al mismo tiempo, pero no se los critiques, porque a su nivel de profesionalidad ya casi no le caen críticas, sino quiere decir que no aprecias su trabajo, quiere decir que todavía no estás a la altura cognitiva de entender lo que está haciendo, porqué y cómo lo está haciendo.
La arquitecta tiene su portafolio. Y rara vez lo comparte a los clientes porque es mejor conversar con ellos y contarle cómo realizó trabajos anteriores. En su carpeta de proyectos solo detalla lo mal que salieron, y lo comulga en caso preguntes no por tener una idea anterior que sirva de inspiración, sino por algun otro cliente previo con el que ella haya trabajado.
Trabaja de manera independiente, no pertenece a una empresa, es freelancer. La arquitecta está sola. Y te des cuenta que está sola porque los problemas que ocurran durante la ejecución de un proyecto los resuelves solamente con ella, no hay un área de atención al cliente, ni contadores, ni abogados, ni partners a los que puedas acudir. O talvés si existen y nunca te los presenta. Si por deficiencias en ejecución el contrato se cancela, entonces ella puede recurrir a las áreas legales de tu empresa, a las áreas contables, a tus asistentes, a la gente que trabaja contigo y para ti, porque ella conoce todo de ti, pero tú no de ella, porque ella está sola.
La arquitecta domina el arte del diseño de casas y de interiores, y también el de crear universos paralelos.