Las personas que me conocen saben que soy de los que les gusta tener una larga charla sobre cualquier tema, exponer ideas, escuchar los puntos de vista de otras personas, argumentar y debatir. Es una forma de aprender, dialogar, llegar a consensos, negociaciones y conclusiones. Creo firmemente que una de las formas de ganar conocimiento y sabiduría es con la experiencia propia y comprendiendo la experiencia de otras personas.
Algunas veces, he podido lograr que la forma de pensar de alguien vire hacia otro lado y así tenga en cuenta otro argumento que pudo estar muy alejado de su opinión inicial.
Hace unos meses, cuando las personas le tenían mucho temor a las vacunas contra el covid-19, yo solía leer muchos comentarios en redes sociales, me animaba a contestar explicando mi punto de vista y la seguridad de las vacunas incluyendo fuentes y artículos científicos.
Replicaban mi comentario de manera algo agresiva y la conversación terminaba con un insulto afirmando que algún laboratorio me pagaba, que yo era ciego, o que ella o él era una persona que ya se había dado cuenta de las cosas y del “nuevo orden mundial” o que nos “ocultan la verdad”. Sino era eso, entonces borraban su o sus comentarios (algo que he visto que ocurre varias veces).
Mi cerebro explotaba. Literalmente me estresaba cuando no lograba hacerlas entender incluso con ejemplos prácticos. Solo conseguía que estas personas se pongan más a la defensiva y defiendan su idea por mas insensata que sonara. Era como darle medicina a un muerto.
Lo mismo ocurre cuando conversas sobre política, religión o algún otro tema polémico. Las pruebas y mejores argumentos que derrumban la idea de la otra persona (o de nosotros) se convierte en un objeto transparente que nuestro cerebro ignora, que nuestros ojos no quieren ver, que inconscientemente sabemos que no nos da la razón y por eso mismo le damos la contra.
Llegué a un punto en que cuando veía un mensaje o comentario sobre algún tema en que yo tenía algo que aportar, me obligaba a mi mismo a no dejar ninguna respuesta, porque probablemente eso me haría quedarme despierto un par de horas más durante la noche.
Hace muchos años, un grupo de psicólogos desarrolló una técnica llamada Entrevista Motivacional mientras trataba con pacientes que abusaban de sustancias tóxicas.
La idea general promulgaba que en vez de forzar a alguien a cambiar, lo mejor es ayudarla a encontrar su propia motivación interna para lograr el cambio. Lo haces conversando y escuchando atentamente sus respuestas, mostrándole un espejo en frente para que pueda ver sus propios pensamientos con claridad. Si expresara una intención de cambiar, entonces empiezas a guiar a la persona para ello.
En pocas palabras: pregunta profundamente, escucha activamente sus respuestas, repregunta y no juzgues.
Aunque no lo creas, en ambientes controlados, esta técnica ha ayudado a muchas personas a dejar de fumar, parar vicios, desarrollar hábitos saludables como seguir una dieta y hacer ejercicios, hacer que votantes reconsideren su voto e incluso evitar divorcios de parejas de padres.
Un estudio realizado en el 2018 (The Listener Sets the Tone: High-Quality Listening Increases Attitude Clarity and Behavior-Intention Consequences) concluyó que tener una escucha activa frente a otra persona ayuda a que esta se torne menos cerrada y abra su punto de vista aumentando su autoconciencia reflexiva.
Un ejemplo de debate clásico (y muy visto hoy en día en medio de la coyuntura política que vive Perú por las elecciones presidenciales del 2021) es el escenario y puntos de vista políticos. Es preferible preguntarle a alguien cómo abordaría un problema en vez de preguntar porqué defiende cierto enfoque. Eso hace que se de cuenta de la complejidad del problema (como la legislación tributaria, mejoras del sistema de salud o eliminación de los plan de pensiones privados) y reconozcan que tienen lagunas en lo que “dicen saber”.
Sin embargo, los primeros psicólogos en definir la Entrevista Motivacional, William Miller y Stephen Rollnick, advierten el mal uso que se le puede dar a esta técnica para manipular personas. Debemos ser conscientes de qué queremos emplearla para ayudar a las demás a lograr un cambio positivo en sus vidas y no para que hagan algo a nuestra conveniencia.
Entonces, la próxima vez que tengas una conversación de este tipo y quieras ayudar a una persona a lograr una meta positiva que lo ayudará a crecer, trata de no mantener la conversación sobre el estado actual de su pensamiento, encuentra el “deseo a cambiar” y pídele que explique ese deseo o intención que tiene 😉